martes, 17 de febrero de 2009

HOMBRE MIRANDO AL SUDESTE


"Yo no quiero que me cure; quiero que me entienda"

(Rantés al Dr. Denis)



¡Por fin!. He encontrado una película que comienza con esa dichosa pregunta que cualquier médico probablemente se habrá planteado al menos una vez en la vida: ¿quién le ha dicho a este paciente que yo puedo ayudarle?

Y lo engorroso del caso es que el interrogante no genera una respuesta diáfana, categórica, absoluta. En las facultades de medicina del mundo entero todavía no enseñan cómo contestarla. En realidad, ¿qué esperan los pacientes de los médicos?; ¿la curación?, ¿el alivio?, ¿el consuelo?... ¿el todo, o la nada?

En "Hombre mirando al sudeste" (Eliseo Subiela, 1986) un paciente llega a un psiquiátrico. Dice llamarse Rantés (Hugo Soto) y aparece por primera vez en escena tocando música de Bach en el órgano de la iglesia del sanatorio, mientras varios internos lo escuchan atentamente.

Rantés le pregunta al Dr. Julio Denis (Lorenzo Quinteros), el psiquiatra protagonista:

- "... ¿dónde radica la magia de la música?, ¿en la maquinaria del instrumento?; ¿en el ingenio del que compuso la partitura?; ¿en el virtuosismo del músico que ejecuta la pieza?; ¿o tal vez en aquellos que escuchan la interpretación absortos y maravillados?..." -.


El argumento de este film es simple. Un paciente llega a un psiquiátrico asegurando ser un extraterrestre, un holograma avanzado procedente de una lejanísima civilización no humana. Asi de sencillo. ¿Cuántos pacientes acuden cada día a los servicios de psiquiatría con delirios semejantes?

Una vez más, y tal vez sean ya demasiadas, la imagen de una institución mental y la de sus profesionales resulta malparada. Pero esta película argentina no tiene nada que ver con "LT22 Radio La Colifata" (Carlos Larrondo, 2006), encantador documental que cuenta con el refrendo musical del iconoclasta Manu Chao y su banda Radio Bemba, ni tampoco con el anuncio del refresco Aquarius sobre tan singular emisora radiofónica, puesta en marcha el 3 de agosto de 1991 por los pacientes del Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda, de Buenos Aires. Precisamente este hospital prestó sus instalaciones para el rodaje del film de Subiela, y algunos de sus pacientes figuraron como extras.


Basada en el guión original del propio director, "Hombre mirando al sudeste" precedió en el tiempo a una película norteamericana que practicamente calcó su mismo argumento. Se trata de "K-Pax" (Iain Softley, 2001), supuestamente inspirada en una novela del escritor Gene Brewer, y de la que pronto comentaremos.

El Dr. Denis está sumido en una profunda crisis personal. Sus primeras impresiones como psiquiatra le llevan a pensar que se encuentra ante un simulador. Pero observando a Rantés, se percata de que tal vez éste invierta demasiado tiempo en su farsa, circunstancia que indirectamente lo convierte en un enfermo. Ascético, inmóvil en el patio, aislado de los demás internos, mantiene en todo momento la vista inmóvil en dirección sudeste, como si permaneciera absorto en lo que está ocurriendo en un escenario muy lejano, tal vez situado en su propio y más profundo interior.

Aún pretendiendo ser una imagen proyectada desde el espacio, perfecta y plena de todos los atributos de un ser humano, Rantés advierte al Dr. Denis de su incapacidad para sentir. Tan solo almacena información. Poco a poco, ese extraño paciente va monopolizando el interés de su médico, que trata de averiguar de quién se trata en realidad: un físico, un matemático, un escritor, un lector...; centrado en esta última hipótesis cree descubir unas pistas releyendo la deseperanza de "La invención de Morel" de Adolfo Bioy Casares (1940).




Al igual que algunos de los personajes internados en la institución psiquiátrica en la que se desarrolla "Alguien voló sobre el nido del cuco" (Milos Forman, 1975), Rantés simula tomarse la medicación antipsicótica que diariamente le administran. Sin embargo, esconde las píldoras durante unos instantes debajo de su lengua y luego las extrae para guardarlas en un bolsillo de su pijama.

Entretanto, el Dr. Denis trata de diagnosticar el supuesto cuadro delirante de su extraño paciente. Todas las pruebas físicas son normales. Los test de inteligencia descubren el coeficiente de un genio. El especialista es consciente de que su paciente no se toma la medicación, pues el cuadro delirante no mejora. Sin embargo, ante lo inofensivo del caso, decide no emplear el tratamiento antipsicótico por vía parenteral. Incluso, le permite trabajar como ayudante en el laboratorio de patología del hospital.



Pero Rantés insiste en su procedencia extraterrestre. Y como a Jesucristo sus discípulos, otros enfermos del psiquiátrico siguen al nuevos Mesías a todas partes. Él parece obrar milagros, incluso empleando la telekinesia, y también realiza obras de misericordia, pues da de comer a los hambrientos, cobija al que tiene frío y conforta al que sufre.

La acción del film da un giro cuando alguien, de manera fortuita, limpiando debajo del camastro de Rantés descubre una caja con recortes de periódicos. Para él, se trata de información, valiosos datos sobre el arma destructiva más poderosa que posee la raza humana: la estupidez.

Simultáneamente, hace su aparición en escena Beatriz Dick (Inés Vernengo), una joven evangelista con la que Rantés había trabajado en un templo. La muchacha le cuenta al Dr. Denis el pasado del extraño paciente, su alcoholismo pretérito, su rehabilitación. Nunca había mencionado su pretendido origen extraterrestre; no había delirado.

La influencia de Rantés sobre los demás internos del psiquiátrico, su órdago a la ortodoxia terapéutica, su genialidad y enorme bondad, colocan al Dr. Denis entre la espada y la pared. Como un cordero que acepta su triste destino, encaminando sumiso sus pasos hacia el matadero, Rantés se somete al tratamiento antipsicótico por vía intramuscular. A partir de entonces, irremisiblemente se despeña hacia la catatonia y hacia la muerte.

La vesania de Rantés y el amor surgido entre Beatriz y el Dr. Denis tendrán el mismo fatal desenlace.

domingo, 8 de febrero de 2009

FREUD, PASION SECRETA



"Freud, pasión secreta" (John Huston, 1962) es una respetuosa aproximación a los primeros años de la vida profesional (1885 - 1890) del llamado padre del psicoanálisis. Aunque no ha quedado convenientemente acreditado, el guión de esta película contó con la supervisión del filósofo Jean-Paul Sartre. Su inquietante banda sonora es obra de otro maestro, Jerry Goldsmith, en la que podemos escuchar incrustadas algunas secuencias electrónicas debidas al compositor holandés Henk Badings.

Para el papel protagonista de Sigmund Freud, el prolífico director norteamericano eligió a Montgomery Clift. El actor se encontraba atravesando una delicada etapa en su vida personal y profesional. En 1956, mientras rodaba junto a su querida amiga Elizabeth Taylor "El árbol de la vida" (Edward Dmytryk, 1957), Monty sufrió un grave accidente de tráfico que hizo necesaria la reconstrucción de su rostro mediante cirugía plástica. Desde ese momento, comenzó a consumir en exceso alcohol y calmantes, y su salud sufrió un deterioro progresivo.

Durante el transcurso del rodaje, sus continuas ausencias en el plató de rodaje obligaron a la Universal a demandarlo por incumplimiento de contrato. Paradojicamente, el aspecto enfermizo del actor contribuyó a proporcionar una mayor credibilidad a su interpretación del atribulado psiquiatra vienés.

He aquí una anécdota perteneciente a este tormentoso momento, extraída del magnífico blog en español dedicado a la rutilante estrella de Omaha (Nebraska):
  • Mientras filmaban en Viena, Monty se percató del deterioro progresivo de su visión. Teniendo en cuenta el pánico que le provocaba la posibilidad de quedarse ciego, viajó inmediatamente a Londres para consultarse con un especialista en Oftalmología, que le diagnosticó cataratas bilaterales. En diciembre de 1962, mientras se estrenaba exitosamente la película en Nueva York, el actor ingresaba para ser intervenido en el Hospital Mount Sinaí de Queens, siendo dado de alta en enero de 1963.

http://montgomery-clift.blogspot.com/

Monty caracterizado como Sigmund Freud



Este film contó con la supervisión especial a cargo del prestigioso psiquiatra británico Dr. David Stafford-Clark y con el asesoramiento técnico del Dr. Earl A. Loomis, psicoanalista especializado en psiquiatría infantil.



La película comienza con el homenaje a tres grandes investigadores, cuyas aportaciones a la Ciencia han servido para establecer la imagen que el hombre contemporáneo tiene de sí mismo y del universo:

  • Copérnico, que desmontó la teoría geocéntrica de Aristóteles, enriquecida con las aportaciones de Claudio Ptolomeo en el siglo II, y vigente hasta bien entrado el siglo XVI;
  • Darwin, que formuló las mismas leyes evolutivas que rigen el desarrollo de los seres vivos, incluyendo al hombre;
  • y por supuesto, Freud, que definió el verdadero peso específico del inconsciente en nuestra mente, concepto filosófico que había tomado de Von Hartmann, Schopenhauer y Nietzsche.


Nos encontramos en 1885, en el hospital general de Viena. Bajo el supuesto diagnóstico de histeria (patología hoy en día conocida como trastorno de conversión), Freud ingresa a una paciente en el pabellón psiquiátrico dirigido por el influyente profesor Dr. Theodor Meynert (Eric Portman). La imagen mostrada en este film de este médico de origen alemán no resulta cordial (excepto en su faceta de virtuoso violinista), siempre polarizada en la encarnizada rivalidad académica y profesional mantenida con Freud.

En realidad, Meynert destacó por sus brillantes trabajos sobre la clasificación de las enfermedades mentales, tratando de relacionar cada patología con su base neuroanatómica, algo verdaderamente novedoso en su época.


Dr. Theodor Hermann Meynert (1833 - 1892)



Profundamente desanimado ante su estancamiento profesional, Freud decide marcharse a París, para aprender y trabajar con el afamado Dr. Jean-Marie Charcot. En las escenas familiares previas a la partida, descubrimos un gazapo atribuido a la dirección de casting (responsabilidad de Robert Lennard). Supuestamente el joven Sigmund (que entonces debería contar con apenas 29 años) aparenta un envejecimiento mayor incluso al de su propia madre (Rosalie Crutchley). En 1962, Monty tenía 42 años, exactamente la misma edad de la actriz que encarnó a Frau Amalia Freud; sin embargo, su aspecto era el de un hombre mucho más avejentado.

Jean-Marie Charcot (1825 - 1893) representa una de las figuras más eminentes en la historia de la medicina francesa. Precursor de la psicopatología, fue fundador de la escuela de neurología instalada en el legendario Hospital de la Sâlpetriere de París. Fue el primero en describir la terrible esclerosis lateral amiotrófica, también conocida como enfermedad de Charcot, ya tratada con anterioridad en este mismo blog. En aquellos años era una autoridad mundial en el tratamiento de la histeria. Freud sería el traductor al alemán de algunas de sus más brillantes obras.

Siguiendo el film, escuchamos declarar al personaje de Charcot (Fernand Ledoux): - "la histeria viola el principio médico de que los síntomas físicos deben tener un origen orgánico, y el principio psicológico de que la mente no es capaz de pensar en varias ideas a la vez..."

Charcot sentando cátedra en La Sâlpetriere




En algunas escenas, al igual que Freud, observamos a Charcot y a sus colaboradores emplear la regresión hipnótica como herramienta diagnóstica, nunca como terapéutica: "desgraciadamente, el estado hipnótico es pura farsa; nos ayuda a entender, no a curar". Debemos recordar que la aplicación de estas técnicas suponía de por sí una herejía contraria a la corriente científica imperante.

En 1886, de regreso a Viena, Freud se desposa según el rito judío con su prometida Martha Bernays (Susan Kohner) y abre una consulta privada. En los medios académicos y facultativos comienza a exponer sus tesis sobre la importancia en la salud mental del inconsciente. Entre su público, encontramos de nuevo al Dr. Meynert, paladín defensor de la base orgánica de los trastornos mentales, idea que colisionaba frontalmente con el discurso freudiano.

Meynert finaliza sentenciando: - "los doctores vieneses dejamos la especulación metafísica para los parisinos (en clara alusión a Charcot), y nos ceñimos pacientemente a las lecciones de los experimentos fisiológicos".

Solamente el Dr. Joseph Breuer (Larry Parks) se siente atraído por las consideraciones de Freud. Será precisamente este médico el que le presente el caso de Cecily Koertner (interpretada por la atractiva Susannah York), una joven afectada por una tremenda crisis nerviosa desencadenada tras la muerte de su padre. Una particularidad para cinéfilos: parece ser que Jean-Paul Sartre deseaba ver a Marilyn Monroe actuando en este vehemente papel.








LA PERTURBACIÓN DE CECILY KOERTNER



"Doctor, estoy harta de ser una enferma..."



El Dr. Breuer le confiesa a Freud que ha estado utilizando la hipnosis como tratamiento no farmacológico del insomnio padecido por Cecily. Sin embargo, al entrar la joven en trance, el médico se percató de que pronunciaba frases inicialmente inconexas, pero que poco a poco iban cobrando un cierto sentido. Mediante una estrategia planificada de preguntas y respuestas, Breuer descubrió la causa del insomnio: Cecily estaba aterrorizada por un sueño recurrente que giraba entorno al cadáver de su propio padre, devorado por los gatos callejeros de Nápoles, ciudad en la que éste había fallecido mientras viajaba.

Según los expertos, el personaje de Cecily Koertner bien pudiera corresponder en la realidad a la paciente Bertha Pappenheim (conocida por el pseudónimo de Anna O.), con la que Freud empleó el método catártico de Breuer (que la había tratado con anterioridad). El film nos muestra las sesiones terapéuticas de Breuer en la casa de Cecily, con Freud como atento testigo.

Para Breuer, "el acto de recordar, de revivir el incidente, hace que el síntoma desaparezca". De esta sutil manera, Freud comienza a intuir la posible utilidad de la hipnosis, por su capacidad de recuperar los recuerdos, como innovador método de tratamiento.

Bertha Pappenheim en 1881




En la película, esta referencia constituye además la primera toma de contacto de Freud con el mundo onírico. Como simple apunte, recordemos aquí el enorme peso específico en su cuerpo doctrinal de la obra titulada "La Interpretación de los Sueños" (1900).

La colaboración entre Breuer y Freud resulta muy fructífera, superando con ingenio los postulados de Charcot:

  • El trauma no divide la mente; solamente hace que el recuerdo del incidente se borre de la consciencia...
  • Los recuerdos están rodeados de emociones que no encuentran su desahogo natural a través del estado consciente...
  • Un síntoma insano solo es energía emocional que se manifiesta indebidamente...


Según Sigmund Freud, a menudo experimentamos pensamientos y sentimientos insoportablemente penosos. Éstos, junto a sus recuerdos asociados, son transportados desde el ámbito de lo consciente hacia la zona oscura del inconsciente. En la procura del llamado "recuerdo patógeno", siguiendo la línea de pensamiento compartido con Breuer, Freud inicia un novedoso tratamiento con los pacientes del hospital vienés.

Pero un nuevo enfrentamiento con Meynert y sus acólitos hace que Freud abandone el hospital. En sociedad con Breuer, comienza a investigar sobre la histeria con los pacientes que él le deriva a su consulta privada.



EL EXTRAÑO CASO DE CARL VON SCHLOSSEN


Paralelamente al asunto de Cecily, Freud se sumerge en la atormentada mente de otro paciente que marcará inexorablemente el curso de su futura carrera como psiquiatra. Se trata de Carl con Schlosser (interpretado por el actor escocés David Mc Callum, posteriormente reconvertido en el Dr. Robert Young, médico de familia en la exitosa serie televisiva "Marcus Welby"). Hijo de un general retirado del ejército imperial austro-húngaro y apasionado lector de Heine, Baudelaire y Rimbaud, el trastorno padecido por von Schlosser ayudará a Freud a descubrir y estructurar su archipopular "complejo de Edipo".

Sometido a hipnosis, el joven desequilibrado le revela el odio que siente por su padre, del que sin embargo guarda en un lugar bien visible el uniforme de teniente de húsares con el combatió en las batallas de Custoza, y que sirve para vestir el cuerpo desnudo de un maniquí identificado con su amada figura materna. Hasta el mismísimo fundador del psicoanálisis no estaba preparado para tan impactante revelación. Viendo la gravedad del cuadro psicótico de su paciente, Freud decide ingresarlo en una institución cerrada.

Edipo ante la Esfinge




Hacen acto de aparición las primeras escenas oníricas, surrealistas, de este film; protagonizadas por Freud, éste se encuentra en el umbral de una profunda caverna atado al extremo de una cuerda. Von Schlosser tira de él desde el otro extremo, a modo de guía. El paciente se dirige hacia un claro, un haz de luz que se cuela en la cueva e incide sobre una hierática y bella figura femenina, que en su mano porta una serpiente (¿Yocasta?). Von Schlosser acaricia y besa a la mujer, ante el gesto horrorizado de Freud, que esconde su rostro tras las manos. Un hombre mayor, vestido con un frac y tocado con una chistera, ríe burlón observando la escena. Furioso, alterado y ofendido Freud comienza a tirar de la cuerda que le une a su paciente, tratando de apartarlo de la mujer. Desde el interior de la caverna, lanza grandes piedras sobre el desdichado enfermo, que termina por despeñarse desde una altura. Para evitar ser atraído hacia el abismo por el peso muerto, Freud trata desesperadamente de cortar con un cuchillo el nexo que une a ambos, pero no lo consigue y es arrastrado en la caida. Entonces, se despierta agitado en su lecho conyugal. Fin de la pesadilla.

Freud queda profundamente traumatizado por el padecimiento de Von Schlosser, de tal manera que incluso piensa en abandonar la psiquiatría para centrarse en la neurología: - "está bien volver a los hechos demostrados experimentalmente..." Paradójicamente, será el propio Dr. Meynert, moribundo tras un infarto, el que anime a Freud para que siga con sus investigaciones sobre la histeria. Simultáneamente descubrirá que su antiguo paciente, el joven Von Schlosser, murió 6 meses atrás en un manicomio, víctima de una neumonía.

OTRA VEZ CECILY



Monty y Susannah, Freud y Cecily



Resulta curioso cómo John Huston, sin haberlo planeado, nos presenta en este film una reliquia asistencial que ha perdurado hasta hace poco tiempo. Se trata del retrato caduco del médico paternalista: los médicos son poseedores de "sus pacientes". Breuer y Freud comparten los cuidados de una enferma, pero tienen su primer encontronazo a propósito de la teoría general de la neurosis. Freud defiende el papel capital que la sexualidad desempeña en este tipo de trastornos: - "la represión trabaja en el inconsciente, en guerra contra la sociedad, que se desplomaría si se permitiera la libre expresión de la sexualidad..."

Es entonces cuando reta a Breuer; intentará desenmascarar el trauma sexual oculto en la mojigata Cecily Koertner, la verdadera causa de su sintomatología histérica.

Comienza una verdadera labor de detectives; primero Breuer, gracias a la regresión hipnótica, y luego Freud mediante la asociación libre, escarbarán en los recuerdos de la infortunada Cecily. Descubren que el padre de la muchacha, el difunto Herr Koertner (Joseph Fürst), realmente falleció en un burdel napolitano, y no en un hospital como la muchacha fabula, que la policía trasladó a Cecily hasta aquel infausto lugar para identificar el cadáver, hecho que le provocó a ella un profundo trauma psicológico; también se enterarán de que Herr Koertner era un asiduo visitante de prostíbulos y lupanares.

Ante la inminente marcha del Dr. Breuer de vacaciones a Venecia con su esposa, Cecily sufre una recaída en su particular trastorno de conversión. Aunque no está embarazada, en plena crisis histérica simula todos los síntomas de un parto. Mediante la hipnosis, el atribulado médico calma a la paciente, dejándola a cargo de Freud. Cecily está enamorada de su cuidador, y éste debe abandonar su tratamiento para salvar su matrimonio.

Pronto comenzarán también los problemas domésticos de Freud, al chocar frontalmente sus argumentos sobre el modelo psicosexual del comportamiento humano con las ideas más conservadoras de su esposa Martha. La sombra de ambas pulsiones contrapuestas, Eros y Tanathos, se cierne ahora sobre su propia existencia.

Sigmund Freud y su esposa Martha


Al fallecer su padre (David Kossoff), Freud tiene un extraño sueño: a las puertas del camposanto hebreo nuestro protagonista sufre un trastorno agudo, una crisis de ansiedad que le provoca un desvanecimiento. Convencido de que los sueños tienen un significado para la persona que sueña ("¿podría ser que los sueños sean ideas que escapan disfrazadas de la represión?") transmite su desasosiego a Breuer. Esta vez, ambos amigos acuden personalmente hasta la puerta del cementerio judío de Viena. Freud revive su angustia, con temblores, taquicardia, rigidez en las piernas e hiperventilación, que desaparecen al abandonar el lugar. Comienza a bucear en su mente, se autopsicoanaliza, pensando que él también es víctima de un trastorno neurótico de tipo histérico.


Si las neurosis empezasen en la infancia, bastante tiempo antes del verdadero despertar del estímulo sexual, su propia teoría etiopatogéncia de la misma quedaría completamente invalidada; para descubrir el significado de su sueño, Freud le pide a Breuer que lo hipnotice. Por supuesto, su amigo no acepta tan descabellada propuesta.


En aquellos días, Freud retoma el caso de Cecily Koertner, esta vez en solitario. En unas escenas capitales en esta película, Huston encuadra a Freud y a su paciente en unos fotogramas prototípicos del psicoanálisis: ella, recostada comodamente en un diván; él, atento a su lado, formulándole preguntas. Sin necesidad de hipnotizar a la muchacha, Freud consigue que afloren a su mente muchos recuerdos. Así descubre la especial inclinación de Cecily hacia su padre ("complejo de Electra") y la confrontación con la figura de la madre (Eileen Herlie).


En un determinado momento, Cecily confunde involuntariamente las palabras "prostituta" y "protestante". Como afortunados espectadores, capaces de viajar hacia el pasado gracias a la magia del cine, asistimos al nacimiento de la técnica psicoanalítica de la libre asociación: la paciente expresa todo lo que se le ocurre, sin ninguna discriminación, aunque le parezca completamente inadecuado. Poco a poco, Freud irá ocupando en el afecto de Cecily el trono vacante que habría dejado Breuer.

Nuestro protagonista empieza a pensar que Cecily ha sublimado primero en Breuer (y posteriormente en él mismo), la figura de un afecto mucho mayor, más potente y reprimido. Sus sospechas, se irán confirmando poco a poco. Descubre las frecuentes infidelidades de Herr Koertner, sus constantes visitas a la calle de la Torre Roja, en el barrio caliente vienés, el oscuro pasado de Frau Koertner, la devoción de Cecily por su padre y el rechazo hacia su madre, y el terrible secreto sobre su sexualidad que la muchacha mantiene tenazmente cohibido (le hace creer a Freud que su padre abusaba sexualmente de ella). Enfrentando a Cecily a sus recuerdos, Freud consigue que la joven vuelva a andar.


Basándose en los casos de Cecily y Carl, Freud enciende una luz que ilumina las tinieblas de su propio inconsciente. En sueños, retorna a la caverna, pero esta vez no es Von Schlosser el que tira de la cuerda, sino un niño vestido de árabe ("pequeño árabe" era el apelativo cariñoso que la madre dedicaba al pequeño Sigmund). Esta vez, mientras el niño se frota lascivo contra la figura femenina, ésta le regala a Freud la serpiente que lleva enrollada en su brazo. Precisamente una pulsera materna en forma de ofidio le sirve al psicoanalista para rebuscar en sus recuerdos.

El diván de Freud, conservado en su museo de Londres



Pero nada de esto resulta gratuito, pues nuestro protagonista vuelve a dudar sobre la bondad de sus descubrimientos. Simplemente recordemos aquí cómo el propio Freud destruyó todos sus escritos en dos ocasiones, una de ellas, en 1885.

El final de la película supone el principio del éxito profesional de Freud. Repudiado por Breuer, en el fragor de fenomal polémica, defiende sus postulados sobre el desarrollo psicosexual basado en sus famosas tres etapas: oral (la lactancia de los bebés), anal (el control de los esfínteres) y fálica (el complejo de Edipo). Cuando un individuo no es capaz de superar dicho complejo, aparecerá la enfermedad, la neurosis.

Iluminado por fín su inconsciente, Sigmund Freud podrá rendir honores a la memoria de su padre visitando su tumba en el viejo cementerio hebreo de Viena.

jueves, 5 de febrero de 2009

CAMINO

Nerea Camacho es Camino

Acaba de arrasar en la última edición de los Premios Goya. Y no me extraña. Hacía tiempo que una película española no lograba sorprenderme, emocionarme y cautivarme a la vez. Ácida a la hora de criticar el extremismo religioso y la unívoca interpretación del concepto divino, en mi opinión resulta exquisita y delicada cuando trata las vivencias personales de la fe.


"Camino" (Javier Fesser, 2008), montada a lomos de la imaginación, se aleja de cierta tendencia general de nuestro cine patrio contemporáneo, más bien sesgada hacia ese posible subgénero cinematográfico de "películas sobre la Guerra Civil española", quizás en su momento necesarias, pero saturadas por una temática que en demasiadas ocasiones bien pudiera resultar redundante. En mi humilde opinión, ese cine de buenos y malos ya no parece atraer en demasía el interés de la crítica ni del público en general; en esta tesitura, los reveses sufridos por "Los girasoles ciegos" (José Luis Cuerda, 2008) en esa misma gala de los premios Goya puedan no resultar entonces una mera casualidad.


El éxito de este film se afianza en la labor de tres elementos fundamentales:


1.- Nerea Camacho: el descubrimiento de una actriz novel que dará mucho que hablar en los próximos años. El objetivo de la cámara se enamora a cada instante de esta pizpireta adolescente. Pero la notoriedad de su interpretación está basada en las escenas dramáticas; resulta harto dificil enfundarse de manera tan convincente la piel de un prójimo enfermo, tal y como lo ha conseguido esta joven almeriense con una madurez inconcebible para su corta edad y su inexperiencia interpretativa. Sin avergonzarme, confieso el desasosiego que me causó verla sufrir postrada en su lecho de dolor, así como la alegría provocada por toda esa luz del sol capaz de concentrarse en su vivaracha mirada. Conmovedor también resulta el retrato que aquí se hace del descubrimiento del amor y de la muerte (la búsqueda del eros y el tanathos freudianos) en plena adolescencia. Nerea es Camino, y Camino es Nerea, y a partir de ahora ambas serán por siempre la misma persona.

2.- Javier Fesser: de nuevo, confieso mi sorpresa. Habituado a las festivas obras anteriores de este director, la divertida y surrealista "El milagro de P. Tinto" (1998) o "La gran aventura de Mortadelo y Filemón" (2003), no me esperaba el resultado final de esta cinta como producto cinematográfico. El autor dedica esta película a Alexia González-Barros, una adolescente madrileña fallecida en 1985 a causa de un cáncer de huesos y actualmente en proceso de beatificación, cuya ejemplar existencia le sirvió de inspiración. Las vivencias de Alexia están recogidas en el libro "Un regalo del cielo". A pesar de tratarse de una ficción, este film ha levantado dolorosas ampollas, entrando en confrontación directa con la familia de la propia Alexia y con el poderoso Opus Dei. Camino es el nombre la protagonista, título de la obra emblemática de D. Josemaría Escrivá, el fundador de la orden.

La malograda Alexia González-Barros


3.- Carme Elias y Mariano Venancio: ambos, soberbios actores, sobrios e impecables encarnando a Gloria y José María, los padres de Camino. Ella, premiada con el Goya a la mejor actriz, resulta espartana, contumaz, rayando la indolencia y el fanatismo. Él, contrapuesto a sus papeles del "Súper" en la popular saga cinematográfica de Mortadelo y Filemón, interpreta a un hombre afectuoso y sensible, que sufre contenidamente la enfermedad de su adorada pequeña, la partida de Nuria (Manuela Vellés), su hija mayor (numeraria del Opus) y la incomprensión de su hierética esposa. Provisto de su sempiterno tomavistas, graba las alegrías y las penas de Camino, siendo a la postre el único testimonio gráfico de la breve vida de la protagonista. Aumentando todavía más el tono dramático de este cinta, el padre morirá en un accidente de tráfico en uno de los múltiples viajes que realiza desde Madrid a Pamplona para estar al lado de su hija.


Carme Elias es Gloria, la madre


Mariano Venancio es José María, el padre




LA ENFERMEDAD DE CAMINO, LA NIÑA QUE TEMÍA A SU ÁNGEL DE LA GUARDA.


En primer lugar, deseo manifestar mi profunda admiración por los compañeros que trabajan a diario con pacientes pediátricos oncológicos y terminales. Existe el tópico que afirma que ser médico es una vocación, y tal y como asegura una monitora del club del Opus en este film: "vocación significa llamada". Sin embargo, en el mundo en el que nos ta tocado vivir, yo empiezo a tener serias dudas, que no vienen al caso ahora comentar.

Recuerdo con cierta nostalgia mi último año en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela, en especial la rotación clínica por el Servicio de Pediatría. El trato con los niños gravemente enfermos despertó en mí una suerte de vocación inversa, más proclive a confortar que a curar, un sentimiento de intranquilidad y una sensación de incapacidad para atender como futuro profesional a aquellos pequeños que tanto padecían gratuitamente, seres indefensos que ni siquiera podían comprender qué les estaba sucediendo, por qué se estaban muriendo.

Volviendo a la película, Camino comienza sufriendo intensas cefaleas y cervicalgias recidivantes. El primer médico que la atiende se limita a tratar la inflamación, incluso con dolorosas infiltraciones. Después de observar unas radiografías del cuello de la niña, se ratifica en el diagnóstico de contractura muscular y le prescribe unos ejercicios rehabilitadores.

Pero los dolores cada vez se hacen más intensos. Ya en el hospital, cuando sus padres la llevan a urgencias, los médicos le diagnostican una fractura de la tercera vértebra cervical, que exige una intervención quirúrgica inmediata para evitar el daño medular. Mientras la operan, asistimos a una hermosa ensoñación de la chiquilla guiada por su mascota, un diminuto ratón. Como secuela del tratamiento, Camino se quedará parapléjica.

Transcurren los días y las semanas, y la niña no mejora. La paresia se extiende al tronco y a las extremidades superiores. Sus padres deciden llevarla a una nueva consulta, un reconocido especialista en neurocirugía de una clínica privada. Las pruebas de imagen descubren el tumor causante de la fractura vertebral y que ahora comprime la médula espinal. Estoicamente, Camino se enfrentará a una nueva intervención quirúrgica.

La etapa final de su calvario llega con el diagnóstico tumoral: se trata de un rabdomiosarcoma, una neoplasia poco común, altamente maligna y que suele aparecer antes de los 20 años de edad; se origina en estirpes celulares musculares estriadas, siendo la cabeza y el cuello las zonas más frecuentemente afectadas.

En la película observamos cómo el cáncer que padece Camino vuelve a ser tratado, este vez en la prestigiosa la Clínica Universitaria de Navarra, en principio con cirugía y radioterapia. Posteriormente, la muchacha recibirá también varios ciclos de quimioterapia, representada en el film por unos frascos de llamativos colores que rodean su cama, en un último intento de paliar la diseminación metastásica de la enfermedad.

http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/001429.htm#Tratamiento




MR. MEEBLES, LA CENICIENTA Y BERNADETTE


Tres personajes de ficción resultan fundamentales a la hora de entender "Camino":


  • Mr. Meebles: cuando Camino visita la Feria del Libro con sus padres, descubre a Cuco/Jesús (Lucas Manzano), un muchacho del que se enamora a primera vista. Él estaba ojeando un libro de cuentos infantiles cuyo personaje central es el simpático Mr. Meebles, de Jack Kent. Se trata de un hombrecillo tocado con una enorme chistera, muy sabio, pero que tiene un gran problema. Camino convence a su padre para que le compre el libro, a pesar de ser demasiado infantil para ella. A medida que transcurre la película, podemos percatarnos cómo esta especie de duendecillo se va convirtiendo en una amable voz interior que sustituye al temible ángel custodio, convertido en pesadilla de la pobre niña enferma. Por cierto, aunque en la película el ángel no tiene nombre, en el libro sobre Alexia González-Barros se llama Hugo.

  • La Cenicienta: heredado de su hermana Yeye (Nuria), éste es el cuento preferido de Camino. En todo momento, el infortunio en las historias de la niña enferma y de la cenicienta parece discurrir de forma paralela. Camino es la responsable de que la compañía de teatro de su amiga Begoña (la redicha Claudia Otero) y de su amado Cuco representen esta obra. Hasta que Camino se percató de su inexorable destino, siempre mantuvo la esperanza de poder incorporarse al reparto. Finalmente, la representación teatral transcurre mientras la niña agoniza en el hospital. Fesser juega magistralmente con la simultaneidad de ambas acciones, consiguiendo casar los últimos pensamientos de la muchacha moribunda con el deseo de verla morir en santidad por parte de todos los que la rodean (familia, curas, médicos y equipo asistencial).


La Cenicienta y el Príncipe


  • Bernadette: existe una película religiosa que supuso un enorme éxito interpretativo para su protagonista, la actriz Jeniffer Jones (Óscar en 1943 como mejor actriz) y que se tituló "La canción de Bernadette" (Henry King, 1943). Narraba la vida de Bernadette Soubirous, la santa pastora francesa a la que se le apareció la Vírgen de Lourdes. Camino se enamora por primera vez en su vida, y lo hace de un muchacho que parece no corresponderle. La niña enferma se identifica con la vida de la santa, que hubo de renunciar a su amor por Antoine, el hijo del molinero, para consagrar su vida a Dios. Mientras lee la vida ejemplar de Bernadette, en el interior del libro se encuentra una estampa con una fotografía que le tomaron a la santa recién fallecida, tal vez a causa del padecimiento de un cáncer que le afectaba una pierna. Recordemos que Santa Bernadette es patrona y abogada de los enfermos, de los pobres y de las personas ridiculizadas por su piedad. Su cuerpo incorrupto es objeto de veneración en el Convento de las Hijas de la Caridad de Nevers.

Jeniffer Jones en "La canción de Bernadette"



A pesar de sus luces y sus sombras, sin lugar a dudas "Camino" me ha parecido una gran película. Para finalizar, veamos las opiniones sobre la misma de alguien que perteneció en su día al Opus Dei:


http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=print&sid=13367