miércoles, 29 de octubre de 2008

TIERRAS DE PENUMBRA


"Hay algo que nos impulsa al mundo de los demás...; ese algo es el sufrimiento"

"Muerte, no seas orgullosa
aún cuando algunos te hayan llamado terrible y poderosa
porque tú no lo eres.
Que aquéllos a quien tú crees arrollar, no mueren
pobre muerte
ni tú podrás matarlos.
Tú esclava del destino, de la suerte,
de reyes y de desesperados
Tú que te nutres de guerras, venenos y enfermedades,
opio y hechizos nos saben adormecer mejor
que cualquiera de tus mandobles
Por qué entonces te ensoberbeces?
Transcurrido un breve sueño velaremos
en eternidad
y
muerte ya no habrá,
muerte tú morirás".
John Donne, 1623

Confieso mi anglofilia. Es mi obstinado pecado. Por su culpa, tal vez todos estos comentarios sobre "Tierras de penumbra" (Richard Attenborough, 1993) se verán hipertrofiados. Espero disculpen este sesgo tan mío, sentimental y cinéfilo. Pero es que, aunque sólo sea por tanta serena y placentera belleza (fotografía - los húmedos paisajes de Oxford y su campiña -, banda sonora - magistral George Fenton -, vestuario y ambientación - las dependencias del Magdalen College, por ejemplo, o The Kilns, algo así como "Los Hornos", el hogar del propio Lewis -) junto a la admirable dirección de actores desplegada en este film, en mi opinión estamos ante una obra maestra, una joya cinematográfica, una genuina y delicada obra de arte. Afortunadamente, también comparte mi opinión Javier Anisa en la crítica que firma como "De lo efímero perdurable", en el blog Septimo-Arte:




Además, desde el punto de vista estrictamente facultativo, el abordaje de la enfermedad (en este caso, el cáncer de huesos) y la muerte se realiza con entereza, sin exhibicionismo ni sensiblería, pero sin caer tampoco en esa característica trampa que eventualmente provoca la incómoda flema británica.




Placa conmemorativa de Joy Gresham en el Crematorio de Headington

http://biblicalstudies.info/cslewis/cslewis.htm



Dejando a un lado las elucubraciones literarias presentes en el film ("leemos para saber que no estamos solos"), el retrato de los personajes del escritor irlandés C.S. Lewis (Anthony Hopkins, minucioso y detallista) y de su esposa Helen Joy Davidman Gresham (una convincente Debra Winger) resulta adecuado, humano, serio. En su ámbito familiar e íntimo, Lewis era conocido por el apodo de Jack.

El argumento de la película está basado en el libro "Una pena en observación", escrito por el propio Lewis, donde introspectivamente narra la penuria y los vívidos sentimientos en su día provocados por la pérdida de su esposa, el único amor que encontró en toda su vida, hallazgo tardío, pues le llegó en plena madurez, cruelmente arrebatado por el cáncer para dejarle sumido en la soledad más profunda.



Retratos del verdadero C.S. Lewis y de su esposa Joy Gresham


En el siguiente vínculo puede consultarse una interesante aportación sobre cómo se adaptó y transformó este personal libro de Lewis a la película de Attenboroug:



http://mercedicosas.wordpress.com/2008/06/07/transposicion-una-pena-en-escena/



Sobre religión, literatura y filosofía se reunían a debatir el grupo de los "Inkglins" en "The Eagle and the Child" (coloquialmente "The bird and the boy") de Oxford, tertulia recreada en el film de Attenborough en el mismo pub original, pero con otros personajes. Entre sus miembros destacaron J.R.R. Tolkien, el propio Lewis y su hermano historiador, el mayor Warren "Warnie" Lewis, personaje encarnado en este film por el veterano actor inglés Edward Hardwicke.



El alcoholismo es una enfermedad que también planea sobre el argumento de esta película: constatamos que Warnie Lewis es un bebedor abusivo, y William Gresham, que nunca llega a aparecer en persona durante el film, atendidendo a las referencias de su propia esposa Joy, es un alcohólico violento y mujeriego. Tampoco aparece en la película el otro hijo de Will y Joy, David Gresham. En la ficción Joy y su hijo Douglas (Joseph Mazzello) precisamente llegan a Inglaterra escapando del libertino marido y padre.

Sin embargo, en realidad, Douglas llegaría a escribir un libro contando sus experiencias infantiles en la casa de los hermanos Lewis, en Oxford. Se tituló "Lented Lands" y también sirvió de base documental al magnífico guión escrito y llevado a la pantalla por William Nicholson, trabajo por el que fue nominado en su categoría para el Oscar de 1994.

LOS ANTECEDENTES


Anteriormente, en 1985, William Nicholson había sido el autor del guión de un telefilm sobre la relación entre C.S. Lewis y Joy Gresham. Galardonado en 1986 con los prestigiosos premios BAFTA, fue dirigido por Norman Stone y producido por David M. Thompson para la BBC galesa. Los personajes protagonistas fueron interpretados por Joss Ackland (Jack) y Claire Bloom (Joy).

El trabajo de Nicholson también fue exitosamente adaptado para el teatro. Dirigido por Elijah Moshinsky, contó con el prestigioso Nigel Hawthorne y con Jane Lapotaire en los papeles estelares.

http://en.wikipedia.org/wiki/Shadowlands



LA ENFERMEDAD DE JOY



En el film que nos ocupa, los primeros síntomas del cáncer aparecen mientras Joy visita las habitaciones donde Jack imparte lecciones a sus alumnos, en el Magdalen College de Oxford. La mujer se lleva la mano al muslo derecho y se lo frota, como tratando de aliviar las molestias, que el propio Jack achaca al calzado. Ella se encuentra fatigada y se sienta en una silla para descansar.

La enfermedad debuta tragicamente con una fractura expontánea de fémur, que Joy sufre en su domicilio londinense cuando trata de contestar una llamada telefónica de Jack.

Una vez hospitalizada el médico informa a los hermanos Lewis sobre la gravedad del caso; habla de un cáncer óseo (probablemente un osteosarcoma, debido a su parcial radiosensibilidad) que carcome el fémur "izquierdo" (¿un gazapo, un fallo de raccord?). Insisto en este tema trivial, porque el tratamiento de radioterapia que le aplican a Joy parece incidir en todo momento sobre su fémur derecho.

Magistralmente tratada en este film (por ejemplo, en las escenas en las que el muchacho absorto mira melancólicamente a través de una ventana), la vivencia que el joven Douglas siente por culpa de la enfermedad de Joy, una y otra vez trae a la memoria de Jack el sufrimiento que a él mismo padeció tras la temprana pérdida de su propia madre, el otro amor de su vida.

En la "Revista de Medicina y Cine" se ha publicado un artículo sobre este film, abordándolo desde el punto de vista de los cuidados paliativos en el final de la vida. Puede consultarse en:

http://www.usal.es/~revistamedicinacine/Vol_4/4.3/esp.htlm/tierra.htm

La remisión parcial del tumor tras las sesiones de radioterapia permitirá que los recién casados disfruten de su particular luna de miel buscando el "Valle dorado" (en realidad el "Valle húmedo") en Hertfordshire. Esos momentos de felicidad, tal vez los únicos en la vida del taciturno C.S. Lewis, serán el preámbulo de la recaída de Joy en una enfermedad de la que nunca más volverá a recuperarse. Tal y como lo muestra la película, la muerte de la mujer será muy dolorosa, debido al mal control de los síntomas que la hacen padecer.

Otra anécdota: en la película, podemos observar a C.S. Lewis conduciendo el coche que le lleva junto a su esposa por las carreteras de Hertfordshire. Parece ser que en la vida real, Jack nunca llegó a manejar un automóvil.


C.S. LEWIS Y FERDINAND HODLER


El amor de Lewis por Joy, el sufrimiento y el desconsuelo que el fallecimiento de ella le provocan, la superación del duelo mediante la escritura de "Una pena en observación", me traen a la memoria la obra del pintor suizo Ferdinand Hodler (1835 - 1918), autor de una serie de dibujos y pinturas representativos de la enfermedad, agonía y muerte de su amada Valentine Godé-Darel (1915). En mi humilde opinión, dos testimonios demoledores del terrible dolor que nos provoca la pérdida de los seres que más amamos.


http://www.fisterra.com/human/3arte/pintura/pintores/hodler/hodler.asp


Die Tote Valentine Godé-Darel mit Rosen, 1915

PINTANDO LA MUERTE...

Un cinéfilo apunte final. En ese genial fresco costumbrista romano titulado "La familia" (Ettore Scola, 1987), existe una enternecedora escena en la que el padre del protagonista retrata con sus pinceles el cuerpo exánime del abuelo recién fallecido, interpretado con la maestría habitual del grandísimo Vittorio Gassman.

martes, 14 de octubre de 2008

LA MUERTE DEL SR. LAZARESCU



El Sr. Lazarescu acaricia a su gata Mirandolina


Un habitual de Filmaffinity, alguien que se atreve a firmar una crítica cinematográfica bajo el truculento seudónimo de Maldito Bastardo, se ha inventado un ingenioso juego basado en el peregrinaje nocturno del pobre enfermo Dante Remus Lazarescu (¡inconmensurable actor este Ioan Fiscuteanu!) a bordo de una destartalada ambulancia por los diferentes centros hospitalarios de la desangelada Bucarest.
Resulta divertido. Si alguien está interesado en practicarlo, puede hacerlo visitando el siguiente vínculo:

Enrique Aguilar, en la crítica publicada en contrapicado.net, identifica el descenso del anciano protagonista a los infiernos con aquel otro descrito en su día en "La Divina Comedia" (no en vano es poseedor del eufónico nombre de Dante). La barca queda convertida en ambulancia en el film rumano.
Sin embargo, ver "La muerte del Sr. Lazarescu" (Cristi Puiu, 2005) durante unos breves momentos hizo acudir a mi memoria aquella trabajosa lectura del "Ulyses" de James Joyce. En el transcurso de unas cuantas horas, apenas media jornada, este film rumano relata el viaje hacia ninguna parte de un personaje kafkiano, el Sr. Lazarescu, que padece las últimas horas de su existencia saltando de hospital en hospital, en una prolongada e innecesaria agonía, con el único amparo de Mioara Avram (Luminita Gheorghiu) la enfermera y buena samaritana que se niega a abandonarle a su suerte.
Coincidencias de la vida, reflexiono sobre este film mientras preparo una pequeña colaboración para las jornadas que organiza la Cruz Roja de Ourense bajo el título Intervenciones sobre personas en situación "sin hogar" y con problemas de salud mental.

Porque el Sr. Lazarescu es una persona sin hogar; aunque tiene un techo bajo el que cobijarse, con la única compañía de sus tres gatos (Kitty, Missy y Mirandolina) este viudo malvive en soledad, vestido con una especie de pijama rayado que más bien pareciera el uniforme de un campo de exterminio. Enfermo y alcoholizado, sólo tiene en la vida a su hermana Eva y a su cuñado Virgil, junto a una única hija, Bianca, emigrada en Canadá. Ninguno de estos tres familiares llega a salir en pantalla.

Tras el fallecimiento de su esposa, la anónima existencia del Sr. Lazarescu transcurre entre las cuatro paredes de un apartamento en Bucarest, sucio, desordenado y maloliente; sólo la solidaridad parcial de sus vecinos le va permitiendo superar a duras penas el monótono devenir de los días.

En el cine, como en la medicina, la moda resulta decisiva. Todavía hay quien discute sobre su influencia en el público tras la exitosa coincidencia en las pantallas de tres films rumanos muy representativos: el que ahora nos ocupa, "Al Este de Bucarest" (Corneliu Porumboiu, 2006) y "4 meses, 3 semanas y 2 días" (Cristian Mungiu, 2007), del que prometemos hablar bien pronto.

Retomando el cuadro clínico del Sr. Lazarescu, tengo que decir que he llegado a pensar que el propio actor protagonista se encontraba verdaderamente enfermo (¡uno llega a creerse que vomita de verdad!). Tal es el realismo de su interpretación. Los primeros fotogramas nos muestran a un paciente que se lleva la mano al abdomen con un leve rictus de dolor; acto seguido, llama por teléfono al servicio de urgencias, relatando el padecimiento de una intensa cefalea, de 4 días de duración, acompañado por náuseas y vómitos. Él atribuye a su pasada úlcera péptica el origen del dolor de cabeza y por ello bebe repetidas veces de una botellita que contiene un líquido pastoso y blanquecino, probablemente un antiácido (del estilo del ALMAX ® español).

El Sr. Lazarescu, ante las supuestas preguntas de la persona que le atiende al otro lado de la línea telefónica, refiere haber tomado ya (automedicación) los siguientes fármacos:
  • ASPIRINA ®: ácido acetilsalicílico; clásico analgésico, antipirético y antinflamatorio. El paciente debería tener contraindicada esta medicación, considerando sus antecedentes de úlcera gástrica intervenida quirúrgicamente.
  • METAMIZOL: analgésico genérico popularmente conocido en España como NOLOTIL ®, donde se prescribe y se emplea (tal vez en demasía) para el tratamiento del dolor leve - moderado.
  • DISTONOCALM ®: comercializado en Rumanía, se trata de una combinación formada por 15 mg de propanolol (betabloqueante), 0.20 mg de sulfato de atropina, 0.30 mg de ergotamina y 25 mg de amobarbital sódico (un barbitúrico con propiedades sedantes e hipnóticas). Entre sus muchas indicaciones, suele utilizarse en cuadros distónicos neurovegetativos que cursen con dolor abdominal.
  • EXTRAVERAL ®: otra combinación farmacológica comercializada en Rumanía y que contiene 80 mg de extracto de valeriana y 20 mg de fenobarbital. Se emplea en el tratamiento de la hiperexcitabilidad nerviosa, en el del insomnio y en el del hipertiroidismo, por ejemplo.


El alcoholismo del Sr. Lazarescu, como él propiamente confiesa, se limita a beber frecuentemente, "como cualquier hombre"... La mezcla de alcohol con algunos de los fármacos anteriormente expuestos, en especial los barbitúricos, resulta nociva para la salud del paciente. El hábito etílico del Sr. Lazarescu provocará el rechazo a tratarle por parte de varios médicos a lo largo de la película. Además de la hepatopatía alcohólica y de la cirrosis, el abuso etílico crónico puede provocar gastritis y esofagitis. Al respecto, una simpática anécdota: cuando su hermana Eva le recrimina al Sr. Lazarescu por beber demasiado, él responde que el alcohol no es la causa de la úlcera gástrica, sino las "helicobacterias"...

Además de las enfermedades ya mostradas, el Sr. Lazarescu padece una avanzada insuficiencia venosa en ambas extremidades inferiores, con probables lesiones tróficas cutáneas e incluso úlceras por estasis vascular. En alguna escena, podemos observar cómo el mismo se venda las piernas.
En el deslumbrante reino de la tecnificación médica, el gobernante de turno se llama deshumanización. Los pacientes desaparecen y en su lugar, el personal sanitario solamente tan solo ve enfermedades. Triste paradoja aquella que margina de su propio tratamiento al dueño de la patología.
Dentro del sistema asistencial, el lugar que debería ocupar el Sr. Lazarescu como ser humano enfermo, se transforma en un compartimento anónimo encajado en un enorme casillero donde se clasifican síntomas (cefalea, vómitos, dispepsia, cáncer) y pruebas diagnósticas (radiografías, analíticas, TAC...).
Además de la falta de sensibilidad reinante en todo sistema sanitario, el blanco de las más ácidas críticas en este menesteroso film de Cristi Puiu es el propio ser humano, empeñado en garantizar el blindaje de su piedad y de su altruismo.
Me pregunto: ¿quién es mejor vecino, un prójimo o un gato callejero adoptado?; ¿cuántos Sres. Lazarescu viven en nuestro edificio, en nuestra manzana, en nuestro barrio?